Si tienes esa fea sensación de que lo que ordenas en tu casa no sirve de nada porque el desorden vuelve en seguida, sientes que tu casa nunca está ordenada, a pesar de tus esfuerzos, este episodio de “En casa con María” te puede ayudar.
Hoy quiero hablarte de las 5 razones por las que ordenas tu casa y sigue desordenada. Pero no solo quiero que las identifiques y analices si se dan en un tu caso, también te daré soluciones para que puedas poner en práctica si reconoces que te puede estar afectando alguna de ellas. O todas 😊
La primera razón por la que tu casa sigue desordenada puede ser la falta de un sistema de organización claro.
Punto 2: Acumulación de cosas innecesarias.
La acumulación de objetos hace prácticamente imposible el que una casa esté ordenada. Y si lo está será porque una o varias personas están dedicando una enorme cantidad de tiempo a ello.
Punto 3: Dejarse llevar por la pereza y no terminar las tareas de organización.
A veces comenzamos a ordenar pero no terminamos, por diversas razones: porque se nos cruza otra tarea o alguien nos interrumpe, porque recordamos que tenemos que hacer algo más urgente, o por simple aburrimiento, cansancio o desidia. Sea por lo que sea, hay un punto en el que dejamos las cosas a medio hacer, por lo que será más fácil que vuelvan a desordenarse porque se han quedado a medias los procesos de los que hablábamos.
Punto 4: No involucrar a todos los miembros del hogar.
Si solo una persona es responsable del orden, es probable que la casa se desordene rápidamente. Es importante que todos colaboren.
En todos los hogares hay una persona que se toma el orden y la organización más en serio y otros miembros de la familia que se dejan llevar o arrastrar por el ritmo que marque esa persona, ya sea por comodidad, por falta de habilidades organizativas o por escasez de tiempo disponible.
Punto 5: No tener suficiente espacio de almacenamiento o que la distribución no sea adecuada.
A veces, el problema es simplemente que no tienes suficiente espacio de almacenamiento para tus pertenencias. Sin suficientes lugares para guardar cosas, las pertenencias inevitablemente terminan en superficies planas como mesas, encimeras y suelo, lo que contribuye al desorden visual y físico. La falta de espacio de almacenamiento obliga a dejar objetos fuera de lugar, creando un ciclo perpetuo de desorden.
Espero haberte ayudado identificando a estos pequeños enemigos que hacen que, como la tela de Penélope, lo que vamos construyendo en materia de orden se vaya desmoronando en cuanto nos despistamos, llevándonos de nuevo a una situación de desorden.
Empieza hoy a aplicar algunas de estas pautas, toma conciencia y ve haciendo cambios porque funcionan. Hay que insistir y repetir. Pero dan resultado y mejorarán tu vida y aumentarán tu bienestar personal, que es el objetivo final de este podcast.
Gracias por acompañarme este rato “En casa con María” que es mi casa y la tuya. Te espero, si tú quieres, el próximo sábado con nuevos temas para reflexionar, disfrutar o aprender.
Te mando un abrazo grande.
María
Fotos: Natural Family Fotografía
TRANSCRIPCIÓN
Si tienes esa fea sensación de que lo que ordenas en tu casa no sirve de nada porque el desorden vuelve en seguida, sientes que tu casa nunca está ordenada, a pesar de tus esfuerzos, este episodio de “En casa con María” te puede ayudar.
Hoy quiero hablarte de las 5 razones por las que ordenas tu casa y sigue desordenada. Pero no solo quiero que las identifiques y analices si se dan en un tu caso, también te daré soluciones para que puedas poner en práctica si reconoces que te puede estar afectando alguna de ellas. O todas 😊
MÚSICA
Punto 1
La primera razón por la que tu casa sigue desordenada puede ser la falta de un sistema de organización claro. Ordenar no es solo cuestión de mover cosas de un lugar a otro, sino de tener un plan y un proceso para cada una de nuestras rutinas y actividades. Pensamos que las cosas bien hechas salen solas y no es así.
Cada pequeña actividad doméstica lleva detrás un proceso. Y, si no es el adecuado, será un proceso erróneo, no funcionará, nos consumirá demasiada energía. Te pongo un ejemplo muy sencillo: en una familia, la madre endulza su café de desayuno con panela, el edulcorante de caña de azúcar sin procesar, el padre endulza el suyo con sacarina y los hijos le echan a su leche azúcar blanco. Eso si no hay nadie resfriado, que; entonces, al trío endulzante, se unirá un generoso bote de miel que trajo la abuela del pueblo.
Con tal lío de endulzantes, cada uno irá dejando el suyo donde primero pille porque es difícil acordarse de que el azúcar blanco, como se usa poco, está en la balda de arriba de la despensa. Los niños, además, no llegan, y tienen que coger un taburete para alcanzarlo, taburete que cada mañana se queda durante horas en mitad de la cocina. El padre sale siempre con prisas y deja la sacarina en cualquier sitio. La madre también va con prisas y lo mete en la despensa en cualquier lugar. El desorden habrá ganado la partida.
Un buen proceso para este pequeño gesto sería pararse a pensarlo unos minutos y ver cómo se puede mejorar. Obviamente, lo primero que todos pensaríamos es ¿cómo podríamos simplificarlo? Porque tres o cuatro endulzantes todos los días en activo no ayuda mucho al orden. Merecería la pena tratar de simplificar el proceso dejando en 2 el número de endulzantes que se usan: un azúcar y un edulcorante bajo en calorías. Tratar de que todos nos acostumbremos al mismo endulzante, que por lógica debería ser el más sano para todos. Pero si esto no funciona, se me ocurre otra opción para facilitar el proceso: poner una bandeja circular giratoria en la despensa con todos los endulzantes que utilizamos. Así, todos iremos al mismo sitio a buscar el que utilicemos y será mucho más fácil saber dónde dejarlo. En la mente de todos quedará fijado que esa bandeja es donde están los endulzantes y el cerebro irá casi con los ojos cerrados a dejarlo ahí. Si, además, afinamos el proceso, y colocamos la bandeja en un la primera fila de la balda de la despensa, ya que utilizamos los endulzantes todos los días, y a una altura que sea cómoda para adultos y niños, habremos simplificado y facilitado el proceso para toda la familia.
Este ejemplo, que así explicado en este podcast puede resultar un tanto tedioso o demasiado exhaustivo, en el día a día puede requerirnos una pausa para reflexionar de apenas dos o tres minutos y un tiempo para ejecutarlo de otros 5 minutos máximo. La mente es muy rápida, solo tenemos que darle unos minutos de calma para atar cabos y servirnos una solución adecuada. Pero a veces no tenemos ni si quiera esos minutos para mejorar esos pequeños gestos de nuestra vida.
Así que la solución a esta falta de un sistema de organización claro que hace que el orden se nos resista es poner foco en los pequeños procesos que ejecutamos cada día para detectar cuáles no están funcionando y cambiarlos por otros.
Crea un sistema de organización. Esto incluye establecer zonas específicas para diferentes tipos de objetos. Usa contenedores, estantes y etiquetas para mantener todo en su lugar. Dedica tiempo a planificar dónde irá cada cosa y asegúrate de que cada miembro de la familia conozca el sistema.
Observa tus hábitos diarios y ajusta el sistema para que se adapte a ellos. Por ejemplo, si siempre dejas las llaves en la mesa del comedor, coloca un colgador para llaves cerca de la entrada.
Y ten en cuenta que el proceso para alcanzar un resultado debe ser siempre el mismo, para que tu cerebro lo incorpore como hábito y lo haga sin tener que pensar. Así consumirá poca energía y no te desgastarás en tareas rutinarias. Si cada día hacemos las cosas de una manera, dificultamos que esa acción se convierta en un hábito. No quiere decir que no podamos ser imaginativos o creativos, sino que en tareas cotidianas y mecánicas se lo pongamos fácil al cerebro y guardemos nuestra creatividad para las grandes ideas.
MÚSICA
Punto 2: Acumulación de cosas innecesarias.
La acumulación de objetos hace prácticamente imposible el que una casa esté ordenada. Y si lo está será porque una o varias personas están dedicando una enorme cantidad de tiempo a ello. La acumulación es otra gran causa del desorden continuado. Muchas veces guardamos cosas por si acaso las necesitamos en otro momento de nuestra vida, pero terminan ocupando un espacio valioso e imposibilitando que tengamos tiempo material para mantener esa cantidad de pertenencias ordenada.
Mantener una casa ordenada requiere un esfuerzo continuo y constante. Con demasiadas pertenencias, este esfuerzo se multiplica, haciendo que sea casi imposible mantener todo en orden de forma sostenida.
Y si en el punto 1 hablábamos de la importancia de crear procesos que funcionen, con demasiadas cosas, es complicado establecer y mantener un sistema de organización efectivo. No es lo mismo tener 3 hábitos claros en la mañana que 15 procesos, uno para cada categoría de cosas con la que nos cruzamos. Al final, entre tantos procesos, sin un sistema claro, los objetos se acumulan en lugares inadecuados y el desorden se vuelve inevitable.
Por si esto fuese poco, con tantas cosas acumuladas, se vuelve difícil encontrar lo que necesitas cuando lo necesitas. Esto provocará que revuelvas tus pertenencias en busca de algo, desorganizando aún más el espacio.
La solución a este problema es sencilla y clara, pero no tan fácil como nos gustaría. Deja ir muchas de las cosas que llenan tu casa y que no te aportan. Practica el minimalismo. Haz una revisión periódica de tus pertenencias y deshazte de todo lo que no hayas usado en el último año. Dona, vende o recicla estos objetos. Pregúntate si realmente necesitas cada cosa que posees o si está siendo una carga para ti más que una alegría.
Pero, muchas veces cuando hablamos de acumulación, esta va acompañada o potenciada por otro comportamiento: la compra impulsiva.
Las compras impulsivas pueden llevar a la acumulación de cosas innecesarias, creando desorden. Son compras no planeadas que están influenciadas por emociones y estímulos externos como promociones y publicidad . Estas compras carecen de una consideración previa sobre la necesidad real del producto. Al no tener un uso práctico y continuo, no tienen un lugar asignado y se queden donde las dejamos el primer día, metidas en una bolsa en un rincón del pasillo, en el suelo de un armario o incluso en el maletero del coche olvidadas.
A medida que el desorden se convierte en una característica permanente del entorno, se crea una sensación de caos y descontrol que perpetúa la acumulación y la desorganización.
Y provoca daño también en nuestra salud mental, vivir en un entorno desordenado puede aumentar los niveles de estrés y ansiedad. Este impacto emocional negativo refuerza un ciclo en el que las personas se sienten abrumadas y menos capaces de organizar su espacio, perpetuando el desorden.
Además, las compras impulsivas frecuentes consolidan un patrón de comportamiento donde la adquisición de objetos se vuelve habitual, alimentando la acumulación y dificultando el mantenimiento de un hogar ordenado.
Solución a esto es: Practicar la compra consciente. Antes de comprar algo, pregúntate si realmente lo necesitas y si tienes un lugar para guardarlo. Haz una lista de compras y síguela a rajatabla para evitar adquisiciones innecesarias.
Otra pauta interesante: Espera 24 horas antes de realizar una compra impulsiva. Este tiempo te permitirá evaluar si realmente necesitas el artículo y si tienes espacio para él.
Porque antes de comprar algo nuevo, debes considerar si tienes un lugar adecuado para guardarlo. Esto te ayudará a mantener el equilibrio entre lo que posees y el espacio disponible.
Y un último consejo: revisa regularmente tus pertenencias y deshazte de lo que no necesitas o no has usado desde hace tiempo. El orden es algo continuo no puntual. No lo olvides.
MÚSICA
Punto 3: Dejarse llevar por la pereza y no terminar las tareas de organización.
A veces comenzamos a ordenar pero no terminamos, por diversas razones: porque se nos cruza otra tarea o alguien nos interrumpe, porque recordamos que tenemos que hacer algo más urgente, o por simple aburrimiento, cansancio o desidia. Sea por lo que sea, hay un punto en el que dejamos las cosas a medio hacer, por lo que será más fácil que vuelvan a desordenarse porque se han quedado a medias los procesos de los que hablábamos. Quizá iba a subir las zapatillas de estar por casa a mi habitación y las he dejado en mitad de la escalera. O quizá he empezado a ordenar unos papeles y he dejado 3 montones de papeles extendidos por la mesa, sin terminar de archivar. No solo no habré ordenado, sino que habré incrementado el desorden, que se irá volviendo crónico porque acostumbraré a mi cerebro a funcionar de esa forma caótica y parcial. Así, ese comportamiento no solo incrementará el desorden inmediato, sino que también refuerza patrones caóticos que perpetúan un ambiente desordenado.
El cerebro forma hábitos a través de la repetición de comportamientos, creando conexiones neuronales más fuertes para esas acciones. Cuando repetimos conductas como dejar tareas a medias, estas se consolidan como hábitos.
Además, las interrupciones constantes dificultan retomar y completar las tareas de organización, incrementando el desorden. Aquí entra en juego un factor llamado “coste de cambio”. Se refiere al tiempo y esfuerzo adicionales que el cerebro necesita para cambiar de una tarea a otra. Este costo hace que sea menos probable que volvamos a una tarea anterior una vez interrumpida, especialmente si ya hemos avanzado en una nueva. Al interrumpir una tarea de organización para hacer otra cosa, es probable que no volvamos a ella, dejando el desorden a medio resolver.
La solución está clara: completa las tareas de organización. Y me dirás: qué fácil suena pero llevo peleando con esto durante años y siempre acabo dejándolo a medias.
Te dejo algunas pautas para que puedas acotar el problema para no dejarle escapatoria.
Lo primero, delimita el área que vas a ordenar, que no sea un espacio muy grande ni muy genérico. No digas: voy a ordenar mi habitación. Di: voy a hacer la cama, o voy a vaciar todo lo que hay encima de la mesa. O voy a ordenar los cajones de mi armario. Ve despiezando las tareas.
Una vez que tengas clara la zona que vas a ordenar, calcula cuánto puedes tardar en hacerlo o cuánto tiempo puedes dedicar a ello: 15 minutos, 30 minutos, 1 hora. Ponte una temporizador con alarma con ese tiempo y, en cuanto empiece, ponte manos a la obra con toda tu dedicación, como si fuese una carrera. Te aseguro que estarás mucho más enfocado y rendirás mucho mejor porque todas tus capacidades estarán a disposición de esa tarea.
Otro consejo: si tienes problemas con la procrastinación, la pereza, el agotamiento, no busques hacer las tareas perfectas porque a mitad de camino es posible que quieras abandonar. En este caso, mejor hecho que perfecto. No digo hacerlo de cualquier manera, pero sí que encuentres un punto intermedio entre la chapuza y la perfección y no pases de ahí.
Una vez hayas terminado de ordenar esa zona, vuelve a pensar de cuánto tiempo dispones ahora y repite el proceso con otra zona.
Otra forma de hacerlo es mirara al principio de cuánto tiempo dispones en total para tu habitación y repartirlo en bloques cortos y dedicar cada uno de ellos a una zona de tu cuarto. Pero no pases a otra zona hasta que hayas terminado la primera, aunque por el camino te cruces con cosas de otra zona. Si ordenas un poco en una zona y otro poco en otra, tu cerebro se agota y pierde el foco, le cuesta entrar y salir de una tarea y de la de al lado, así que no lo fundas con idas y venidas improductivas.
En resumen, si empiezas a ordenar un área, asegúrate de terminarla antes de pasar a otra cosa. Y establece metas pequeñas y alcanzables para evitar sentirte agobiado y abandonar la tarea de organización y orden.
Y te dejo otra idea: no te pongas a ordenar si en ese momento estás cansado. El cerebro tiene una capacidad limitada para tomar decisiones y ejercer autocontrol. A medida que tomamos decisiones a lo largo del día, nuestra capacidad para hacerlo de manera efectiva disminuye, un fenómeno conocido como “fatiga de decisiones” al que ya dediqué un episodio del podcast. El resultado es que la fatiga mental puede llevarnos a dejar tareas a medias debido al cansancio, incrementando el desorden. Así que ponte a ordenar cuando estés más fresco o descansado.
MÚSICA
Punto 4: No involucrar a todos los miembros del hogar.
Si solo una persona es responsable del orden, es probable que la casa se desordene rápidamente. Es importante que todos colaboren.
En todos los hogares hay una persona que se toma el orden y la organización más en serio y otros miembros de la familia que se dejan llevar o arrastrar por el ritmo que marque esa persona, ya sea por comodidad, por falta de habilidades organizativas o por escasez de tiempo disponible.
Es evidente que una tarea repartida entre varias personas se hace antes y, muchas veces, mejor. Si cada uno de los convivientes sabe claramente cuáles son sus responsabilidades en casa, el trabajo se reparte y la carga mental también. Si el orden en casa depende de una sola persona, si esa persona se satura, el desorden permanece. Si esa persona cae enferma, el desorden vuelve rápidamente. Si esa persona se rebela, las tareas de orden no se hacen. Si a esa persona le surgen otras responsabilidades, nadie le releva en el mantenimiento del orden. Por no hablar de lo injusto y egoísta que es disfrutar de las comodidades de un hogar dejando la responsabilidad de su organización y orden a una sola persona.
Por tanto, la solución pasa porque cada miembro de la familia se responsabilice de una parte de las tareas domésticas. Los adultos deben establecer reglas claras sobre quién debe hacer qué y cuándo. Es bueno usar un calendario familiar para coordinar las tareas y facilitar así que todos lo sigan.
MÚSICA
Punto 5: No tener suficiente espacio de almacenamiento o que la distribución no sea adecuada.
A veces, el problema es simplemente que no tienes suficiente espacio de almacenamiento para tus pertenencias. Sin suficientes lugares para guardar cosas, las pertenencias inevitablemente terminan en superficies planas como mesas, encimeras y suelo, lo que contribuye al desorden visual y físico. La falta de espacio de almacenamiento obliga a dejar objetos fuera de lugar, creando un ciclo perpetuo de desorden.
Asimismo, una distribución inadecuada del espacio de almacenamiento hace que no se utilice eficientemente el espacio disponible. La arquitectura y el diseño de interiores cada vez dan más importancia a la distribución eficiente del espacio. Cuando el almacenamiento está mal diseñado, los espacios pueden quedar inutilizados o mal utilizados, lo que lleva a una acumulación de objetos en áreas no destinadas para ello. Una mala distribución provoca que incluso con suficiente espacio, no se pueda mantener un orden efectivo, ya que no hay lugares adecuados, claros y prácticos para almacenar objetos.
Solución: Optimiza el espacio de almacenamiento. Y esto se lograr dedicando un tiempo a pensar cómo aprovechar mejor la distribución de tu casa, buscando inspiración en las redes sociales o en webs de interiorismo, mobiliario de almacenaje y organización o en publicaciones de organizadores profesionales como yo.
Usa muebles multifuncionales, como camas con cajones debajo o mesas con almacenamiento integrado. Aprovecha al máximo los espacios verticales con estanterías altas y perchas en las paredes.
Y te hago una recomendación: no asignes lugares difíciles para guardar las cosas solo por aprovechar el espacio porque se volverá en tu contra. Espacios de almacenamiento difíciles de alcanzar o incómodos para usar provocarán que los objetos se dejen fuera de lugar, perpetuando o incrementando el desorden.
El problema de la acumulación impacta también en la ausencia de almacenamiento eficiente. Ya hay estudios que indican que las personas tienden a acumular objetos cuando no tienen sistemas de almacenamiento eficientes. Y sin recurrir a esos estudios, seguro que lo has comprobado en tu hogar o en el de otros familiares cercanos. Cuando no hay sitio donde dejar las cosas, estas se acaban acumulando en montones por las esquinas. Esto se agrava con el tiempo, creando un ciclo de acumulación y desorden. Sin suficiente almacenamiento, la acumulación se vuelve inevitable y el desorden se convierte en un problema persistente.
MÚSICA
Aquí lo dejamos. Espero haberte ayudado identificando a estos pequeños enemigos que hacen que, como la tela de Penélope, lo que vamos construyendo en materia de orden se vaya desmoronando en cuanto nos despistamos, llevándonos de nuevo a una situación de desorden. Empieza hoy a aplicar algunas de estas pautas, toma conciencia y ve haciendo cambios porque funcionan. Hay que insistir y repetir. Pero dan resultado y mejorarán tu vida y aumentarán tu bienestar personal, que es el objetivo final de este podcast.
Gracias por acompañarme este rato “En casa con María” que es mi casa y la tuya. Te espero, si tú quieres, el próximo sábado con nuevos temas para reflexionar, disfrutar o aprender.
Te mando un abrazo grande.
María