Hoy quiero hablarte de la acedia, el conocido desde hace siglos como ‘demonio del mediodía’.
La acedia es presentada en el ámbito religioso como un demonio, un vicio, uno de los pecados capitales. Es ese demonio que te dice: estoy cansado, estoy aburrido, yo no puedo con esto, es muy difícil, no lo voy a conseguir, para qué intentarlo. La acedia se empezó a identificar en la Edad Media y hacía referencia a la melancolía, la tristeza que sentían algunos monjes, que se traducía en falta de ganas de hacer sus tareas diarias, cuestionamiento del sentido de la vida, una pereza física y mental que se adueñaba de ellos y les hacía sentirse desconectados de Dios.
Un demonio que sigue atacándonos hoy en día, robándonos las ganas, los buenos hábitos e incluso las metas y objetivos de vida. Por eso vamos a ver de dónde viene, qué destrozos deja tras de sí y cómo enfrentarnos a él en el día a día.
Evagrio Póntico, un monje y teólogo cristiano, fue uno de los primeros en sistematizar la noción de la acedia. La describió como uno de los ocho pensamientos malvados que pueden afectar a los monjes, caracterizándola como una mezcla de aburrimiento, melancolía y desesperación que golpea especialmente durante el mediodía. Como él escribió: «La acedia es llamada el demonio del mediodía, porque ataca a la hora sexta (al mediodía) y hace que el monje se sienta como si el día durara cincuenta horas».
¿Te suena extraño? Porque el mal de nuestro tiempo parece ser el contrario, ¿verdad? A muchas personas les parece que al día le faltan horas para hacer todo lo que querrían. Pero la acedia es la otra cara de la misma moneda. Muchas veces nos faltan ganas para hacer todo lo que tenemos que hacer, nos aburre todo, todo nos abruma y terminamos por dejarnos caer en la indolencia y no hacer nada.
Santo Tomás de Aquino la definió así: «La acedia es una tristeza del alma que rechaza la acción por la dificultad que encuentra en ella».
El filósofo danés Kierkegard trató la acedia en el contexto de su obra «La enfermedad mortal». La identificó con la desesperación y la describió como una condición espiritual en la que el individuo pierde la conexión con su verdadero yo y con Dios, resultando en una profunda apatía y desespero.
Aunque su origen está en esa sensación de alejamiento de Dios que deja a la persona que la sufre sin sentido vital y sin fuerzas ni ganas para hacer nada, la acedia aplica también al mundo intelectual y del conocimiento, y al ámbito cotidiano de nuestro día a día y de nuestro hogar.
Y aquí doy un salto en el tiempo para pasar de los monjes y autores de siglos pasados a uno muy actual: Rafael Santandreu, psicólogo y divulgador. Autor de varios libros, entre ellos uno que me gusta especialmente y que os recomiendo: Las gafas de la felicidad. Otro suyo imperdible es Sin miedo, un método desgranado paso a paso para dejar atrás la ansiedad y cualquier miedo que uno tenga, ya sea miedo a volar, miedo al dolor o a la muerte, o cualquier otro.
Santandreu habla de la acedia como el demonio que que atacaba a los monjes del desierto de Tebaida, que provocaba que, al monje que lo sufría, de repente «el día le resultase intolerablemente largo y la vida desoladoramente vacía».
Seguro que a estas alturas más de una, y más de uno, se habrá identificado con alguna de estas sensaciones, e incluso en su mente habrán aparecido conceptos comunes hoy en día que podrían relacionarse con la acedia del medievo, como pueden ser procrastinación, nostalgia, agotamiento, pereza, depresión, tristeza, desmotivación o aburrimiento.
La acedia puede manifestarse de varias formas en nuestras vidas
. Pérdida de Interés: nos sentimos apáticos y desmotivados, sin ganas de hacer cosas que antes disfrutábamos.
. Desorden en el Hogar: la falta de energía y motivación puede llevarnos a descuidar nuestro refugio, el lugar que habitamos, creando un ambiente desordenado y caótico.
. Procrastinación: postergamos nuestras tareas y responsabilidades, lo que puede llevar a un sentimiento de culpa y estrés y a perder oportunidades en la vida.
. Desconexión: nos alejamos de nuestras metas y objetivos, perdiendo de vista lo que realmente queremos en la vida.
¿Cómo podemos alejar la acedia?
Aunque la acedia puede parecer abrumadora, porque es un estado de ánimo que lo impregna todo, hay varias estrategias que podemos poner en práctica para combatirla y recuperar nuestra motivación y armonía personal y en el hogar y en este episodio te las cuento.
Y te dejo por aquí, como te prometía, algún enlace a un rastreador de hábitos. pero ya te digo que tú misma, tú mismno, puedes hacerte el tuyo.
Confío en que te parezca interesante este capítulo de «En casa con María» dedicado a la acedia, ese ladrón de tiempo y de ganas que nos acecha en cualquier momento del día o de la vida. Cuéntame en comentarios qué te ha parecido, si conocías la acedia o, aún sin conocerla, te has sentido así alguna vez.
Te espero, si quieres, el próximo sábado con otro tema interesante.
Gracias de verdad por acompañarme con tu escucha.