Hoy quería compartiros algunas ideas sobre microorganización, un concepto que empecé a utilizar hace tiempo, no sé si existía ya o no, es probable que no, yo no había oído hablar de él, desde luego, y este término nació dentro de mí de forma natural al ir integrando pequeñas acciones diarias que mostraban tener un poder transformador en la vida de una persona. En la mía y en la de mis clientes como organizadora profesional.
Son pequeñas acciones diarias pueden transformar no solo nuestro hogar, sino nuestra manera de vivir y sentirnos en él. Y muchas de ellas extrapolables a otros ámbitos de nuestra vida que también necesiten ser organizados.
El psicólogo y autor, James Clear, en su libro Hábitos Atómicos, lo resume de manera perfecta: «El cambio no es algo que sucede de repente; ocurre en pequeños pasos diarios que se acumulan con el tiempo».
Además, la antropóloga Mary Douglas, en su obra Pureza y Peligro, explica que el orden en nuestras vidas, incluso en las cosas más pequeñas, nos ayuda a encontrar un sentido de pertenencia y control. Este control, aunque sea sobre algo tan simple como organizar un cajón o dejar las llaves siempre en el mismo sitio, puede aportar estabilidad en medio de la complejidad de la vida moderna.
Hoy te traigo 7 microhábitos que tienen el potencial de transformar tu día a día. No requieren grandes inversiones de tiempo o dinero, pero sí constancia y un poco de reflexión sobre cómo queremos vivir nuestras vidas.
1. Busca tu ritual rápido de ‘efecto dominó’
Antes de empezar cualquier otra actividad, dedica cinco minutos a ordenar algo pequeño en tu espacio inmediato, como la mesilla de noche, tu cartera o un rincón del salón. Según estudios de la psicología conductual, comenzar el día con una tarea breve pero concreta genera un efecto de «dominó positivo» que mejora la productividad.
Dedica unos minutos a pensar en la suma de pequeñas acciones que haces al levantarte y encuentra en alguna de ellas un punto de mejora que puede ser tu ‘pieza dominó’, aquella que encadene otras a continuación que no te traerán más que mejoras y cosas positivas. Por ejemplo, aprovechar la pasta de dientes cuando se está acabando, dedicar dos segundos a colocar bien la toalla en el toallero y no dejarla hecha un buruño, ventilar tu habitación aunque sea un par de minutos, devolver los zapatos que haya en tu habitación a su lugar o dejar la encimera del baño vacía y recogida antes de irte a trabajar.
Elige solo uno de ellos y observa que otras piezas de dominó ‘caen’ detrás de él. Si pones el foco en ello, seguro que detectarás más de una, quizá que devuelves la jarra de café a su sitio después de servirte, que cierras las puertas de los armarios de la cocina, algo que habitualmente se te pasa por alto, o que te sientes más motivada o motivado a hacer limpieza de tu bolso antes de salir de casa o a apagar todas las luces, cosa que a menudo se te olvida antes de salir de casa.
2. Elimina las «zonas muertas» de tu hogar
Identifica los espacios donde tiendes a acumular cosas sin sentido (como la esquina de la cocina o el recibidor) y establece un microhábito: cada vez que pases por allí, recoge un objeto y llévalo a su lugar correcto. Este gesto, según el sociólogo Erving Goffman, puede ayudarte a mantener una narrativa de orden en tu vida cotidiana. Y es sencillo de incorporar porque no abruma. Sabes que solo tienes que devolver a su lugar una sola cosa, tardarás apenas unos minutos y estarás trabajando tu microorganización, fundamental para llevar una vida organizada.
Pero hay que empezar poco a poco, con estos microhábitos, no queriendo ser de golpe una persona que no eres.
3. Un sitio para cada cosa y cada cosa en su sitio
Asigna un espacio específico a los objetos pequeños que siempre se pierden, como las llaves, auriculares o cargadores. Según la antropología del espacio, cuando cada objeto tiene un lugar, reducimos el «ruido visual», mejorando nuestra capacidad de concentración y relajación.
Esta, junto al exceso de objetos en los espacios, es la gran causa del desorden. Exceso de cosas y falta de disciplina para devolver cada cosa a su lugar. Muchas veces nos quejamos amargamente de que no conseguimos tener nuestros espacios en orden. Reduce el número de cosas que tienes y deja cada una en su sitio después de usarla. Te garantizo que así conseguirás mantener el orden.
Es un hábito de microorganización que multiplica tu bienestar exponencialmente. Cada vez que te des cuenta de que vas a dejar por ahí en medio algo que no tiene lugar asignado, párate, piensa y asígnase un lugar, preferiblemente cerca de donde lo uses habitualmente. Y devuélvelo siempre ahí después de usarlo. Esto generará en ti una sensación de paz, de control y de seguridad, que se reafirmará cada vez que busques algo y lo encuentres en su lugar.
4. Momento diario de limpieza
Cada uno tenemos unos hábitos de organización. Para unos es la agenda, en papel o digital. Para otros las listas de tareas. Para otros el dejar a la vista las cosas pendientes, como llevar a coser un pantalón o entregar un papel firmado en el colegio de los hijos.
Sea cual sea tu método de organización, haz limpieza del mismo cada día. Fíjate lo que te digo: cada día. No digo que cada día te pongas a organizar la agenda de todo el año, a vaciar la bandeja de entrada del correo si la tienes llena o la bandeja física del hall de entrada a tu casa si está llena a rebosar.
Pero sí digo que revises y limpies lo que ese día a producido. En el correo electrónico, por ejemplo. Al final de la tarde o un rato antes de acostarte, revisa los correos recibidos ese día, borra los que sean de publicidad o suscripciones si no te interesan. Y archiva los demás en su carpeta correspondiente: lecturas pendientes, dar respuesta … lo que sea. En cuanto a la bandeja física, la de las llaves de casa, revisa qué has puesto ahí durante el día que no debe estar ahí y, si no están allí los básicos que necesitarás a la mañana siguiente, como llaves del coche o del garaje y gafas de ver o de sol, búscalo en ese momento y déjalos allí preparados. Si eres de listas, tacha todo lo que hayas hecho y pasa a días futuros las tareas pendientes.
Así te acostarás con una sensación de tranquilidad y de tener tu vida organizada.
5. Aplica la regla de “un toque»
Soy una enamorada de esta regla porque es sencilla y muy efectiva. Cada vez que toques un objeto, decide qué hacer con él de inmediato: guardarlo, tirarlo o usarlo. Por ejemplo, si abres un paquete, desecha la caja en ese momento. Según investigaciones sobre toma de decisiones, esto reduce la sobrecarga mental al eliminar pequeñas dudas constantes.
Si acabas de terminar de leer un libro, en cuanto lo cojas piensa si quieres conservarlo, donarlo o reciclarlo. Y, según lo que decidas, guárdalo en la parte de arriba de tu librería, en la zona de libros ya leídos, o ponlo en el lugar que tengas asignado para donación a la parroquia o a una ONG. Pero no lo termines y lo dejes en tu mesilla de noche porque echará raíces ahí. Ni lo lleves contigo de pase a la cocina mientras meriendas, porque cualquier otro asunto requerirá tu atención y ahí se quedará durante un par de semanas.
Regla de un toque. El primer toque que le des a una cosa que sea el definitivo para llevarla a su lugar o destino actual. Que no vaya haciendo paradas por toda la casa porque hay una elevada probabilidad de que, al menos ese día, no acabe en su sitio.
6. La «micro-purga» diaria
Cada noche, elige un solo objeto que no necesitas y deséchalo, regálalo o recíclalo. Antropológicamente, este acto conecta con rituales de renovación, al liberar espacio y simbolizar un cierre diario.
Y aligerar tu espacio físico te transmite la sensación de estar aligerando una mochila de piedras que levas a la espalda. Cuando voy a ordenar una casa, siempre me encuentro objetos que llevan apoyados en un lugar años sin que nadie se haya planteado qué hacen ahí ni se les de ningún uso. Por ejemplo, una mano matamoscas, una raqueta rota, pilas gastadas o botes vacíos de cualquier cosa.
7. La espera activa
Mientras esperas que el microondas caliente tu comida o el agua para el arroz hierva, haz una micro-tarea como limpiar una superficie, vaciar el lavavajillas o sacar a descongelar la comida del día siguiente. Según la teoría de las «microtransiciones», estas pausas mejoran la sensación de fluidez en el día.
Seguro que has visto memes en redes sociales acerca de todo lo que hace una mujer mientras espera que hierva el agua para cocer los macarrones. En 8 minutos ha vaciado el lavaplatos, metido en bolsas individuales los bocadillos de los hijos, cepillado las zapatillas del mayor, peinado al pequeño y planchada la camisa del marido. En comparación, te ponen la imagen del hombre esperando a que hierva el agua de los macarrones. Esos 8 minutos los dedica a esperar a que hierva el agua para los macarrones.
Bueno, estos son bromas y exageraciones, pero tienen un fondo de realidad. No se trata de tener que ser productivos cada minuto del día, pero sí de incorporar microhábitos que nos ahorren tiempos muertos que, acumulados, nos permitan tener más tiempo de descanso y de disfrute.
Se trata de microhábitos que incrementan mucho tu productividad diaria y te despejan tiempo para descansar o para compartir con los tuyos, además de que te estructuran la cabeza porque agrupas las acciones que tienes que hacer en un mismo lugar en un solo momento.
La microorganización no es solo una estrategia para mantener nuestra casa ordenada, sino un recordatorio constante de que los pequeños pasos pueden tener grandes impactos. Cuando convertimos estos hábitos en parte de nuestra rutina, no solo organizamos nuestros espacios, sino también nuestras mentes y nuestras vidas.
Recuerda, como dijo James Clear: “Cada acción que repites es un voto por la persona que quieres ser”. ¡Gracias por acompañarme en este episodio! Te espero el próximo sábado para hablar de otro tema que nos acerque a una vida más organizada y plena. ¡Hasta la próxima!