Es cierto que hay personas que poseen cualidades concretas que harán que ser ordenadas les resulte más fácil, ya sea porque son calmadas, cuidadosas, disciplinadas, meticulosas, tengan una visión certera de la distribución espacial o hayan recibido una educación esmerada en este sentido. Pero incluso el que no cumpla una sola de esas condiciones, puede llegar a ser ordenado en un corto periodo de tiempo si se lo propone.
Porque el orden se basa en pautas, sistemas, rutinas, método o como queramos llamarlo. Es decir, en gestos que se repiten de la misma forma una y otra vez. Y eso no es difícil, está al alcance de cualquiera. El mantra que inspira cualquier proceso de orden es precisamente una de esas pautas: “Un sitio para cada cosa y cada cosa en su sitio”. ¿Fácil, no? Lo es. Pero hace falta cumplirlo en cada uno de nuestros gestos y rutinas diarias.
Te levantas y te recoges el pelo con una pinza que encuentras en el cajón de tu mesilla de noche. Después de lavarte y peinarte, esa pinza tiene que volver a ese cajón si mañana al levantarte quieres encontrarla.
Te afeitas y te das un bálsamo refrescante después. Si no vuelves a guardarlo en su sitio en el momento, cuando vuelvas de trabajar estarás más cansado y a la maquinilla de afeitar y el bote de after shave se unirán encima del lavabo el cepillo de dientes que no tendrás fuerza ni de dejar en el vaso, las gafas de ver que te las has llevado a la habitación sin querer, y las monedas y el carnet que te has sacado del bolsillo al desvestirte. El caos se habrá instalado.
Por eso, ser ordenado es fácil, solo requiere constancia. Está al alcance de cualquiera, con un pequeño esfuerzo. Ese pequeño gesto de dejar cada cosa en su sitio. Cuanto antes. No luego, ni mañana, ni el fin de semana que tengo más tiempo. Porque si no, se juntará con otras cosas que se quedan fuera de su sitio y, cuando por fin saques tiempo, habrá tantas cosas desordenadas que no querrás ni mirarlas ni te verás con fuerzas para organizarlas.
¿Quieres comprobar cómo tú también puedes ser ordenado? Escoge un espacio muy pequeño de tu casa: un cajón, una estantería, un bote de lápices. Ordénalo. Y fíjate la meta de mantenerlo ordenado por un mes. Lo único que tendrás que hacer para mantener el orden logrado es poner atención cada vez que cojas algo de ahí para, después de usarlo, obligarte a dejarlo SIEMPRE en su sitio en el momento.
Un pequeño esfuerzo asumible por cualquiera, ¿verdad?
Si pones tu atención y tu intención en dejar cada cosa de ese pequeño lugar en su sitio, te garantizo que seguirá ordenado. De ti depende. Hazlo y no solo te habrás demostrado que tú también eres ordenado, además te sentirás motivado para seguir dando pasos hacia el orden y la organización de tu hogar.
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