Ordenados y desordenados. Cómo sobrevivir juntos

En realidad debería decir ‘cómo convivir juntos’ porque de eso se trata, pero he querido darle un toque de humor para quitarle hierro a una situación que distorsiona bastante la armonía en el hogar; ya sea entre padres e hijos, en pareja o con compañeros de piso.

Lo positivo de todo esto es que hay un camino trazado que podemos seguir para aplacar el choque de trenes diario entre ordenados y desordenados. Al menos hay un quinteto que a mí me funciona para suavizar la convivencia y ayudar a los clientes que sufren las distorsiones que se generan al convivir distintos caracteres. 

Os lo comparto y espero que os ayude a limar asperezas con vuestros seres queridos, amigos o convivientes. Solo un aviso a navegantes: hay que aplicarlo. Sí, sorprendentemente no basta con leerlo. Hay que ponerle ganas y aplicarlo de forma continuada en nuestro día a día 😉

1  Define tus  innegociables

Reflexiona, papel y boli en mano, y anota qué cosas relacionadas con el orden son para ti innegociables; esos mínimos sin los que no estarás a gusto en casa. Procura que no sean más de tres porque pueden ser una barrera que dificulte la armonía.

Propón a las personas con las que convives que hagan lo mismo. Después, comprometeos cada uno a respetar los imprescindibles de los demás. Si es necesario, colgad una lista en la nevera hasta que todos lo integréis en vuestro día a día.

2 Todos ceden

No se trata de que uno conquiste el terreno del otro, sino de que cada uno ceda algo para encontrar un territorio común donde todos os sintáis cómodos.

Por alguna razón (o por muchas) has decidido no vivir solo o sola. Entonces, toca responsabilizarse de esa decisión con todo lo que conlleva.

Eso supone que tienes que ceder en algunas de tus exigencias en materia de orden. Si los libros no están todos colocados perfectamente alineados, tendrás que respirar hondo y mirar para otro lado. Si tú eres el o la desordenad@, tendrás que poner atención en no dejar tu ropa por toda la casa como si vivieses solo en una isla.

Pasa por alto aquello con lo que puedes convivir y menciona al otro solo lo que verdaderamente entorpece tu tranquilidad en casa.

3 Reparto claro de tareas

Hay una serie de tareas de limpieza y orden que son necesarias en toda vivienda. No cargues tú con todo sol@ porque seas más ordenad@ o acabarás quejándote en mal tono porque todo te toca a ti.

Cada uno debe responsabilizarse de una tarea, ya sea de forma permanente por preferencia personal o en turnos rotatorios: poner la lavadora, planchar y guardar la ropa planchada, recogida de la mesa después de las comidas, barrer, regar las plantas o hacer la compra.

Así, conseguiréis un hogar mínimamente confortable y en orden.

4 Simplificad

Simplificar siempre es garantía de orden. Si tenemos 15 abrigos, es más fácil que uno acabe apoyado en una silla del salón, otro encima de la lavadora esperando que le limpies una mancha y los demás en un armario atestado que cada vez que lo abres te recuerda que lo tienes que ordenar.

La filosofía de ‘menos es más’ se hace muy necesaria cuando los convivientes tienen distintas necesidades o educación en materia de orden. Simplificar y reducir número de cosas os beneficiará a todos.

5 Si quieres más, te toca a ti

Si aún después de aplicar estos principios, sigues sin acostumbrarte al nivel de orden y organización logrado en tu casa, puedes encargarte de pulirlo aún más hasta que te sientas cómod@. Pero, cuidado, estarás invirtiendo gran parte de tu tiempo sin garantías de que se mantenga, puesto que el resto de miembros del hogar no se ha comprometido hasta esos niveles.

Por no mencionar el comportamiento ‘parásito’ de algunas personas, que miran para otro lado aún sabiendo que alguien está trabajando de más por el bien común porque ellos no asumen más parte de responsabilidad. 

Solo es recomendable poner en práctica este último punto si de verdad lo haces de corazón y de forma altruista; porque tú lo necesitas, no te cuesta y sabes que mejora el ambiente en tu hogar. Pero asegúrate de que es así.

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