Hacer las tareas del hogar en familia tiene numerosos beneficios y no es tan difícil, solo requiere unas normas sencillas y constancia para que arraiguen.
Antes de nada, vamos a ver unas premisas necesarias para que no te frustres si quieres que todos los miembros de la familia contribuyan al orden y organización en casa:
- Cada uno está en un momento vital distinto, tiene una edad diferente y una personalidad propia. Si tratas de respetarlas todas y encajarlas en el engranaje familiar, te será más fácil conseguir que cada uno aporte algo sin conflicto.
- No a todos nos gusta hacer las mismas tareas. Uno odiará barrer pero no le importará poner la mesa. Otro irá a la compra con gusto pero torcerá el gesto si tiene que pasar la bayeta para recoger las sobras de comida de la mesa. Ten en cuenta esto a la hora de asignar tareas.
- No caer en la trampa de convertirnos en un disco rayado, repitiendo las cosas una y otra vez sin enseñar cómo hacerlo. Hay una frase que lo resume bien: ‘Dime y lo olvido, enséñame y lo recuerdo. Involúcrame y lo aprendo’
Una vez tenemos claro el terreno de juego, definimos la estrategia:
Mentalización
Todos los miembros de la familia que conviven en casa deben tener claro que el orden en el hogar es cosa de todos, que vivir en grupo (sea el que sea) conlleva derechos y obligaciones. Si todos disfrutamos los derechos, todos debemos cumplir las obligaciones, no pueden recaer solo en un miembro de la familia. ‘Obligación’ no es una palabra amistosa porque conlleva el matiz de ‘obligar a algo’ frente a la libertad de actuación de cada uno; podemos sustituirla por aportar, cooperar, contribuir o facilitar la convivencia.
Asignación clara de tareas
Si pueden repartirse de forma negociada, teniendo en cuenta las preferencias de cada uno, perfecto. Pero hay un punto en que cada uno deberá ceder en algo porque hay tareas más ingratas que igualmente hay que hacer y no suele haber voluntarios para llevarlas a cabo.
Refuerzo
Cada uno debe encontrar un argumento que refuerce su motivación para hacer las tareas del hogar, ya sea disfrutar de la paz que da vivir en espacios ordenados, la practicidad de saber dónde está cada cosa o el buen ambiente familiar sin discusiones si todos colaboramos. Si no los encontramos de forma natural, también podemos buscar refuerzos; como, por ejemplo, disfrutar charlando mientras preparamos la comida juntos, cocinar con los hijos, poner la mesa en cadena para que sea como un juego para los más pequeños o darles autonomía para sacar la basura solos.
Consecuencia
Si estamos educando a nuestros hijos, deberán entender que, si no hacen la tarea que tienen asignada, habrá una consecuencia. Quizá la consecuencia sea que, si no echan su ropa en el cubo de lavar, cuando quieran ponérsela no estará limpia. O que, si no hacen su cama, por la noche se acostarán en una cama desecha y con los residuos que el cuerpo deja durante la noche anterior.
El diálogo es una herramienta poderosa para que los hijos vayan integrando estas rutinas. Así como acompañarles, explicándoles cómo se realizan. En último caso, cada padre o madre decidirá si establece otro tipo de consecuencias si no se cumplen las tareas, como retirar privilegios de los que disfruta el hijo si no ha cumplido con su aportación al mantenimiento del hogar. Eso ya es una decisión muy personal que enlaza con la forma de educar que cada uno quiera desarrollar.
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